¡España se rinde! El Gobierno siembra el germen de la destrucción nacional para intentar calmar las ambiciones totalitarias de los separatistas
Enrique
Navarro* (R).- No es un eslogan político, ni siquiera una metáfora. Mis
queridos conciudadanos de un país grande como pocos, con una cultura,
lengua, economía e historia ambicionada por todos los países reales y
aspirantes, el gobierno de Mariano Rajoy nos ha rendido, y lo peor no es
que haya sido sin luchar, sino que lo ha hecho por convicción. La buena
noticia, aunque según como se mire también es mala, es que el
separatismo también se ha rendido, ya lo vimos el 10 de octubre, después
con la fuga de Puigdemont y ahora con el arrepentimiento espontáneo y
sincero de Forcadell, la musa del separatismo.
Ya puede el papá llevarse a los niños del asfalto, no hay necesidad
de exponerlos para esta pandilla de caganers, que como ya intuíamos
inventaron el proces para mantener y acrecentar patrimonio, y que ante
la alternativa de visitar la sierra madrileña por un tiempo, han dicho
que todo era una broma. Catalanes que fuisteis al Parlament a apoyar la
independencia, ¡que era una broma, que no os habéis enterado! Queridos
Mossos empeñados en ser de todo menos policías al servicio de la ley,
¡que os han tomado el pelo y habéis quedado como Cagancho en Almagro!
Pero todo este esperpento no puede ocultar una realidad, que ésta no
es espontánea ni súbita, sino manipulada y construida por una izquierda
radical que aspira a la destrucción de España y de Cataluña, a sembrar
el caos y el desorden permanente, para dejarnos a todos en manos de
bolivarianos, anarquistas y terroristas callejeros y llevarnos a un
régimen totalitario. La amenaza de España no es el nacionalismo, es el
totalitarismo.
Después del asalto de la huelga general a los derechos y a la
seguridad, ¿hay alguien que no considere, no que estamos ante un delito
de rebelión, sino ante un alzamiento violento contra el estado? No nos
engañemos, las instituciones separatistas catalanas han declarado la
guerra a España utilizando y violentando las instituciones. ¿Hay acaso
un crimen más execrable que utilizar los mecanismos de la autoridad para
someter al estado y al pueblo? La huelga general consentida y soportada
por una parte de los Mossos y alentada por el gobierno supuestamente
intervenido, más allá de las implicaciones electorales que pueda tener,
constituye un alzamiento violento contra la democracia, que justificaría
más que el artículo 155 el artículo 63 de la Constitución, sino fuera
porque todo era una broma, de mal gusto eso sí; pero que nos va a llevar
a un conflicto inevitable, porque todo esto no ha hecho más que
empezar.
Winston Churchill que entendía mucho de principios y de cómo debían
ser defendidos afirmó que: ” Si uno no quiere luchar por el bien cuando
puede ganar fácilmente, sin derramamiento de sangre, si no quiere luchar
cuando la victoria es casi segura y no supone demasiado esfuerzo, es
posible que llegue el momento en el que se vea obligado a luchar cuando
se tiene todas las de perder y una posibilidad precaria de
supervivencia. Incluso puede pasar una cosa peor: que uno tenga que
luchar cuando no tiene ninguna esperanza de ganar.”
Y este es el escenario al que nos encaminamos ante la radicalización
que se va a producir en el conflicto, que ya no será un problema de
declaraciones parlamentarias ni de independencia, creo que de esto ya
han quedado bastante vacunados los catalanes para toda una generación;
el conflicto vendrá de la insumisión permanente, de la algarada
callejera y de la alianza radical nacionalista que tomará el poder el
Cataluña después del 21 de diciembre. El día que deje de aplicarse el
155 echaremos de menos no tener de contraparte a Puigdemont y Forcadell.
Vistos todos los acontecimientos acontecidos en estos últimos meses,
hoy podríamos decirle al gobierno de la nación las mismas palabras que
Churchill le dirigió a Chamberlain al regreso de Munich: “Se te ofreció
poder elegir entre la deshonra y la guerra, elegiste la deshonra y
tendrás la guerra”.
El gobierno de España y no digamos este aborto de gobierno catalán
que tiene a parte en el exilio, a otra parte en la sombra y a otra en
fuga, han optado por deshonrar a Cataluña y a España. Han preferido una
acción de algodón de azúcar para no molestar, con el fin de que nada
cambie. El 155 es, como diría el Príncipe De Salina, lo que tiene que
cambiar para que nada cambie.
Con la deshonra ha venido la rendición, incondicional; incluso antes
de hacer las levas, ya nos hemos rendido. Hemos deshonrado a nuestra
nación para intentar calmar las ambiciones totalitarias de una minoría.
Cuando el gobierno decidió abdicar de sus funciones para transferirlas a
los jueces, no era para que fueran tan duros sino para que, como los
del Supremo, no actuarán con tanto rigor. Nos da tanto cague defender
España que no queremos hacer ni presos en este conflicto. Pero el
gobierno optando por la deshonra para evitar el conflicto, ha sembrado
el germen de la destrucción nacional. Forcadell y Puigdemont deshonrando
al pueblo catalán que creyó en sus mentiras, han sido tremendamente
peores, porque no han actuado para evitar el conflicto, sino para salvar
su culo, al menos en eso Rajoy ha tenido más altura de miras.
Pudimos haberlo evitado hace ya años, pero faltó la visión y el
liderazgo, y ahora ante la incapacidad de luchar, España se rinde. Ya
pueden ir quitando todas sus banderas de los balcones. Nunca tantos
españoles pusieron a un gobierno en la oportunidad de terminar con
problemas históricos y nunca se recibió tanta ignominia. ¡Cuánto más
fuertes somos como nación, más débiles son nuestros gobernantes¡, y ese
es el drama histórico de nuestro país.
¿Pero acaso no tenemos razón? ¿Es que nos vamos a creer todas las
mentiras del separatismo? ¿Es que no estamos dispuestos a luchar por
nuestros derechos y nuestra gran nación? ¿Vamos a tirar por la borda
tanto acervo común, porque nos tiemblan las canillas? Un pueblo que
olvida sus raíces, que incluso las desprecia; que está dispuesto a
fracturarse sin la mayor vergüenza, no puede ser el español. No podemos
reconocernos en esta pusilanimidad infinita.
No podemos dejar que una minoría nos amedrente, nos haga sentir
ciudadanos de segunda; que nos hunda en la miseria moral simplemente
porque recelamos de nuestros valores y no estamos dispuestos a tomar la
vanguardia de la defensa de la igualdad entre todos los españoles, de la
ley y la historia.
España se rinde, saquen las sabanas a los balcones para que no
suframos las represalias del separatismo radical, para que no vengan a
amenazarnos a nuestras casas por querer ser lo que somos españoles.
Saquen banderas blancas y guarden las banderas nacionales en sus
corazones, que ya es el único lugar en el que podemos sentirnos español;
casi en la intimidad.
Catalanes, guardad las esteladas, y también sacad banderas blancas,
aunque en Cataluña corréis el riesgo de que los que vengan gracias a
estas elecciones, os obliguen a poner la estelada con el escudo del POUM
y si no os harán el matarile, experiencia traumática que ya conoció
Cataluña en los años de la Guerra Civil
Pero el conflicto es inevitable. Las bases que lo sustentan
permanecen intactas y el nacionalradicalismo que tomará el poder en el
nuevo gobierno catalán será infinitamente peor, porque serán los comités
de la defensa de la república anarquista los que salgan a las calles
para continuar con la amenaza y la extorsión. Todos los procesos
revolucionarios siguen el mismo patrón; los pequeños y medios burgueses
quieren un cambio y creen que dominarán en su supuesta supremacía
intelectual a las masas enfervorecidas; y éstas en cuanto pueden,
asestan un zarpazo mortal y ya no hay marcha atrás. Lo de la Declaración
de Independencia va a ser un aspecto menor comparado con el ambiente
que se está generando en Cataluña por esta nueva mayoría.
Cada día que pasa Junqueras en la celda, cimenta, como otros tantos
revolucionarios totalitarios, la presidencia de la república catalana, y
ante este inevitable conflicto, no nos van a servir paños calientes ni
ministros blandiblú. Entonces habrá que echar a Chamberlain y llamar a
Winston para ganar, porque dentro de generaciones se dirá que ésta era
el conflicto que España tenía que ganar o que haber ganado.
*Consultor independiente. Durante los gobiernos de José María Aznar
fue asesor de Defensa e interventor del Ministerio de Defensa